Declaraciones IASD
La emisión de estos documentos son el resultado de la investigación bíblica y el consenso de la Iglesia mundial; las opiniones y posiciones vertidas en esta compilación son oficiales y se pueden usar como guías y prácticas de la Iglesia Adventista. Creemos que en un clima de pluralismo teológico y su cultura de indiferencia hacia la verdad, necesitamos recordar que las base de nuestras creencias y opiniones no son personales sino arrancadas de la Biblia, la Palabra de Dios; por lo tanto nos arriesgamos a llamar la atención en la responsabilidad bíblica que la Iglesia asume en estos documentos, particularmente sobre asuntos muchas veces vedados o no tomados en cuenta.Con estos documentos la Iglesia no pretende legislar detalles inexplicables, pero sí es el propósito de orientar en consenso de opinión, para trabajar unidos en la misión de la Iglesia.
ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA HABLAN SOBRE LA POBREZA GLOBAL (GC148-10)
La pobreza se da en cada sociedad. Quita los derechos más fundamentales de los seres humanos. Mantiene hambrientas a las personas; las priva de los cuidados médicos, de agua potable, educación y de oportunidades de trabajo; y generalmente trae un sentimiento de desamparo, desesperanza e inadecuación. Diariamente, más de 24.000 niños mueren debido a condiciones que podrían ser prevenidas.
Los adventistas del séptimo día creen que las acciones para reducir la pobreza y sus injusticias afines, son parte importante de la responsabilidad social cristiana. La Biblia revela claramente el interés especial de Dios por el pobre, y Sus expectativas en relación a cómo deberían responder Sus seguidores a los que son incapaces de cuidar de sí mismos. Todos los seres humanos tienen la imagen de Dios y son receptores de Sus bendiciones (Lucas 6:20). Al trabajar con los pobres, seguimos el ejemplo y las enseñanzas de Jesús (Mateo 25: 35 y 36).
Como una comunidad, los adventistas del séptimo día abogan a la justicia para el pobre que dice: “Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos” (Proverbios 31:8), y contra los que privan “a los pobres de sus derechos” (Isaías 10:2). Participamos con Dios que defiende la “causa del necesitado y hará justicia a los pobres” (Salmo 140:12). Trabajar para reducir la pobreza y el hambre, significa más que mostrar simpatía por el pobre. Significa abogar a favor de políticas públicas que ofrezcan justicia y equidad al pobre en su empobrecimiento y derechos humanos. Significa patrocinar y participar de programas que
traten las causas de la pobreza y el hambre, ayudando a las personas a construir una vida de sustento propio. Ese compromiso con la justicia es un acto de amor (Miqueas 6:8). Los adventistas del séptimo día creen que éste es un llamado a una vida simple y modesta, que testifique contra el materialismo y la cultura de la riqueza.
Los adventistas del séptimo se unen a la comunidad global en apoyo a los Blancos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas para la reducción de la pobreza en, por lo menos el 50% hasta 2015. En apoyo a esto, los adventistas del séptimo día se unen a la sociedad civil, a los gobiernos y otros, trabajando juntos, ya sea local o globalmente, para participar en la obra divina de establecer una justicia sustentable, en un mundo caído.
Como seguidores de Cristo, dediquémonos a esta tarea con una esperanza determinada, vigorizados por la promesa visionaria en Dios, de un nuevo cielo y una nueva tierra donde no habrá pobreza o injusticia. Los adventistas del séptimo día son llamados a vivir con creatividad y fidelidad en esa visión del reino de Dios al actuar para poner fin ahora a la pobreza.
LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DIA HABLAN SOBRE LA LIBERTAD DE
EXPRESIÓN Y LA DIFAMACIÓN RELIGIOSA (GC147-10)
Un trazo diferente de los seres humanos, es nuestra capacidad dada por Dios, de transmitir el abstracto mediante el lenguaje, símbolos y la palabra escrita. En ocasión alguna esa capacidad es más expresada de manera especial que en el dominio de la fe. La comunicación referente a las creencias religiosas es fundamental para nuestra capacidad de explorar el significado y propósito en la vida, en la discusión de los valores que pautan nuestros actos, y en el compartimiento de las experiencias en la búsqueda de un conocimiento más profundo de Dios.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día apoya enfáticamente la libertad de expresión en general y la libertad religiosa en particular. Aún cuando la libertad de expresión sea garantizada en el Artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, existen continuos esfuerzos para restringir la expresión, ya sea a nivel nacional, o en las Naciones Unidas. En ambos ambientes se ha dado un enfoque significativo a la restricción de la expresión que ofende las creencias religiosas del oyente. Los adventistas del séptimo día afirman la sensibilidad y el respeto en toda la comunicación. Siendo así, estamos preocupados en cuanto a la expresión destinada a ofender las sensibilidades religiosas. No obstante, creemos que ceder al estado el derecho de
controlar la expresión religiosa, crea una amenaza mayor a la autonomía de la fe de las personas, que la presentada por el discurso ofensivo. Ciertamente hay innumerables ejemplos de estados que hoy expresan el deseo de proteger los sentimientos religiosos para justificar el silencia enérgico del discurso religioso pacífico.
Nuestra oposición a la restricción de discurso no es una excepción. La Iglesia reconoce que en algunas circunstancias, el discurso puede resultar en perjuicio significativo y tangible al derecho de seguridad física, al gozo de la propiedad personal y otros derechos a fines obligatorios. En esos raros casos, reconocemos la responsabilidad en la actuación del estado para proteger a su población. Cuando tales restricciones son necesarias, la Iglesia espera que los gobiernos apliquen las restricciones de forma limitada, para lidiar solamente con el lenguaje peligroso en cuestión.
La Iglesia reconoce la responsabilidad especial de los que están en el poder de transmitir un mensaje de apoyo a los derechos humanos fundamentales, incluyendo todas las facetas de la libertad religiosa. Esa responsabilidad es especialmente pertinente a los gobiernos, visto que generalmente se encuentran en posición singular para incentivar el respeto vigoroso a los derechos de su pueblo, y especialmente, de las minorías.
Aún cuando reconozcan el derecho de expresar libremente las creencia religiosas, los adventistas del séptimo día aceptan la responsabilidad de reglamentación propia en relación a su discurso, a fin de asegurar su consistencia con las enseñanzas bíblicas, que incluye la obligación de ser honestos y amorosos. Eso es especialmente importante cuando se discute otra fe con pasión religiosa, que puede inducir a una visión dimensional de los otros. La honestidad no implica meramente afirmar hechos con perspicacia, sino también, prestar la información en un contexto cuidadoso. Los adventistas del séptimo día son constreñidos por la
ley de amor de Cristo, en todo lo que dicen y hacen. Cuando el don del habla, dada por Dios, es usado para transmitir con amor, bendeciremos no solamente a nuestros semejantes, sino también, honraremos a Dios, que creó a todos con el don de expresarnos.
ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA HABLAN SOBRE LA POBREZA GLOBAL (GC148-10)
La pobreza se da en cada sociedad. Quita los derechos más fundamentales de los seres humanos. Mantiene hambrientas a las personas; las priva de los cuidados médicos, de agua potable, educación y de oportunidades de trabajo; y generalmente trae un sentimiento de desamparo, desesperanza e inadecuación. Diariamente, más de 24.000 niños mueren debido a condiciones que podrían ser prevenidas.
Los adventistas del séptimo día creen que las acciones para reducir la pobreza y sus injusticias afines, son parte importante de la responsabilidad social cristiana. La Biblia revela claramente el interés especial de Dios por el pobre, y Sus expectativas en relación a cómo deberían responder Sus seguidores a los que son incapaces de cuidar de sí mismos. Todos los seres humanos tienen la imagen de Dios y son receptores de Sus bendiciones (Lucas 6:20). Al trabajar con los pobres, seguimos el ejemplo y las enseñanzas de Jesús (Mateo 25: 35 y 36).
Como una comunidad, los adventistas del séptimo día abogan a la justicia para el pobre que dice: “Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos” (Proverbios 31:8), y contra los que privan “a los pobres de sus derechos” (Isaías 10:2). Participamos con Dios que defiende la “causa del necesitado y hará justicia a los pobres” (Salmo 140:12). Trabajar para reducir la pobreza y el hambre, significa más que mostrar simpatía por el pobre. Significa abogar a favor de políticas públicas que ofrezcan justicia y equidad al pobre en su empobrecimiento y derechos humanos. Significa patrocinar y participar de programas que
traten las causas de la pobreza y el hambre, ayudando a las personas a construir una vida de sustento propio. Ese compromiso con la justicia es un acto de amor (Miqueas 6:8). Los adventistas del séptimo día creen que éste es un llamado a una vida simple y modesta, que testifique contra el materialismo y la cultura de la riqueza.
Los adventistas del séptimo se unen a la comunidad global en apoyo a los Blancos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas para la reducción de la pobreza en, por lo menos el 50% hasta 2015. En apoyo a esto, los adventistas del séptimo día se unen a la sociedad civil, a los gobiernos y otros, trabajando juntos, ya sea local o globalmente, para participar en la obra divina de establecer una justicia sustentable, en un mundo caído.
Como seguidores de Cristo, dediquémonos a esta tarea con una esperanza determinada, vigorizados por la promesa visionaria en Dios, de un nuevo cielo y una nueva tierra donde no habrá pobreza o injusticia. Los adventistas del séptimo día son llamados a vivir con creatividad y fidelidad en esa visión del reino de Dios al actuar para poner fin ahora a la pobreza.
LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DIA HABLAN SOBRE LA LIBERTAD DE
EXPRESIÓN Y LA DIFAMACIÓN RELIGIOSA (GC147-10)
Un trazo diferente de los seres humanos, es nuestra capacidad dada por Dios, de transmitir el abstracto mediante el lenguaje, símbolos y la palabra escrita. En ocasión alguna esa capacidad es más expresada de manera especial que en el dominio de la fe. La comunicación referente a las creencias religiosas es fundamental para nuestra capacidad de explorar el significado y propósito en la vida, en la discusión de los valores que pautan nuestros actos, y en el compartimiento de las experiencias en la búsqueda de un conocimiento más profundo de Dios.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día apoya enfáticamente la libertad de expresión en general y la libertad religiosa en particular. Aún cuando la libertad de expresión sea garantizada en el Artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, existen continuos esfuerzos para restringir la expresión, ya sea a nivel nacional, o en las Naciones Unidas. En ambos ambientes se ha dado un enfoque significativo a la restricción de la expresión que ofende las creencias religiosas del oyente. Los adventistas del séptimo día afirman la sensibilidad y el respeto en toda la comunicación. Siendo así, estamos preocupados en cuanto a la expresión destinada a ofender las sensibilidades religiosas. No obstante, creemos que ceder al estado el derecho de
controlar la expresión religiosa, crea una amenaza mayor a la autonomía de la fe de las personas, que la presentada por el discurso ofensivo. Ciertamente hay innumerables ejemplos de estados que hoy expresan el deseo de proteger los sentimientos religiosos para justificar el silencia enérgico del discurso religioso pacífico.
Nuestra oposición a la restricción de discurso no es una excepción. La Iglesia reconoce que en algunas circunstancias, el discurso puede resultar en perjuicio significativo y tangible al derecho de seguridad física, al gozo de la propiedad personal y otros derechos a fines obligatorios. En esos raros casos, reconocemos la responsabilidad en la actuación del estado para proteger a su población. Cuando tales restricciones son necesarias, la Iglesia espera que los gobiernos apliquen las restricciones de forma limitada, para lidiar solamente con el lenguaje peligroso en cuestión.
La Iglesia reconoce la responsabilidad especial de los que están en el poder de transmitir un mensaje de apoyo a los derechos humanos fundamentales, incluyendo todas las facetas de la libertad religiosa. Esa responsabilidad es especialmente pertinente a los gobiernos, visto que generalmente se encuentran en posición singular para incentivar el respeto vigoroso a los derechos de su pueblo, y especialmente, de las minorías.
Aún cuando reconozcan el derecho de expresar libremente las creencia religiosas, los adventistas del séptimo día aceptan la responsabilidad de reglamentación propia en relación a su discurso, a fin de asegurar su consistencia con las enseñanzas bíblicas, que incluye la obligación de ser honestos y amorosos. Eso es especialmente importante cuando se discute otra fe con pasión religiosa, que puede inducir a una visión dimensional de los otros. La honestidad no implica meramente afirmar hechos con perspicacia, sino también, prestar la información en un contexto cuidadoso. Los adventistas del séptimo día son constreñidos por la
ley de amor de Cristo, en todo lo que dicen y hacen. Cuando el don del habla, dada por Dios, es usado para transmitir con amor, bendeciremos no solamente a nuestros semejantes, sino también, honraremos a Dios, que creó a todos con el don de expresarnos.
ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA HABLAN EN PRO DEL FIN A LA VIOLENCIA
CONTRA LAS MUJERES Y NIÑAS (GC146-10 )
Nosotros, miembros de la Iglesia Adventista Del Séptimo Día, hablamos y nos unimos a otros para poner fin a la violencia contra las mujeres y niñas. Las estadísticas globales indican que en todas las sociedades, las mujeres y niñas son las víctimas más frecuentes de la violencia. Ese tipo de acción y amenaza deriva en daños físicos, sexuales y psicológicos en las víctimas de la violencia. Ese sufrimiento es incompatible con la ética bíblica y la moralidad cristiana. Tales acciones incluyen, pero no se restringen a la violencia en la familia, violación, Mutilación Genital Femenina (MGF), asesinato en nombre de la honra, y asesinato debido a la dote. Manipulación, negación de la libertad personal y coerción son también actos de abuso y violencia. A tales comportamientos la Iglesia Adventista del Séptimo Día dice: і“No a la Violencia contra la Mujer” (ENDITNOW)!
Los Adventistas del Séptimo Día reconocen que la creación a la imagen de Dios da dignidad y valor a todo individuo. La medida de ese valor es vista en la muerte sacrificial de Jesucristo para proveer la vida eterna a todos. El amor y la compasión que caracterizan la vida terrenal de Jesús es ejemplo a todos Sus seguidores en lo referente al relacionamiento de los unos con los otros. El comportamiento semejante al de Cristo no permite espacio para la violencia contra los miembros de la familia o personas fuera de ella.
La Biblia aconseja a los cristianos, a ver el cuerpo como el templo de Dios. El acto de perjudicar intencionalmente a otra persona, profana lo que Dios honra, por lo tanto, es comportamiento pecaminoso. Los adventistas del séptimo día se comprometen a liderar el rompimiento del ciclo de violencia perpetrado contra las mujeres y niñas. Hablamos en defensa de las víctimas y de los sobrevivientes mediante la enseñanza, la predicación, el estudio de la Biblia, y el programa de defensa.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día busca y acepta sociedades, y la colaboración con otros, para lidiar con este asunto global. La voz conjunta de muchos, puede salvar millares de millares de mujeres y niñas, de los daños y sufrimiento resultantes del abuso y de la violencia.
(Esta declaración es apoyada por las siguientes referencias bíblicas: Juan 3:16; Génesis 1:26; Isaías 61:1-3; Efesios 5:2-3; 1Juan 3:10, 15-18; 4:11; 3 Juan 1:2; 1 Corintios 3:16-17;
6:19; Romanos 12:1-2.)
DECLARACIÓN SOBRE EL CUIDADO Y LA PROTECCIÓN A LOS NIÑOS (GC144-10)
Los adventistas del séptimo día dan un valor elevado a los niños. A la luz de la Biblia, ellos son vistos como dádivas preciosas de Dios, confiados a los cuidados de los padres, de la familia, de la comunidad de fe y de la sociedad como un todo. Los niños poseen un enorme potencial para hacer contribuciones positivas a la Iglesia y a la sociedad. Es extremamente importante que sea dada atención a su cuidado, protección y desarrollo.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reafirma y extiende sus esfuerzos, hace mucho tiempo mantenidas, de cuidar y salvaguardar a los niños y jóvenes de personas – conocidas y/o desconocidas – cuyos actos perpetran, de alguna forma, el abuso y la violencia contra ellas y/o las exploran sexualmente. Jesús modeló el tipo de respeto, cuidado y protección que los niños deberían recibir de los adultos responsables por cuidar de ellos. Algunas de Sus palabras más duras de reprobación fueron dirigidas a los podrían perjudicarlos. Debido a la naturaleza de la responsabilidad y de la dependencia de los niños de personas informadas y mayores que ellos, y las consecuencias transformadoras de la vida cuando esa confianza es rota, los niños
requieren vigilante protección.
Corrección Redentora
La Iglesia Adventista del Séptimo Día da prioridad a la educación paterna basada en la iglesia, la cual ayuda a los padres a desarrollar habilidades necesarias para el abordaje redentor de la corrección. Muchos niños experimentan castigo severo en nombre del abordaje bíblico de la disciplina. La corrección caracterizada por control severo, castigo y dictatorial, muchas veces lleva al resentimiento y a la rebelión. Ese tipo de disciplina está también asociado al aumento del riesgo de daños físicos y psicológicos a los niños, así como el
aumento de la probabilidad de que el joven usará la coerción y la violencia para resolver sus diferencias con los otros. En contraste, los ejemplos de las Escrituras así como de un gran número de investigaciones, confirman la eficacia de formas más blandas de disciplina las cuales permiten que los niños aprendan a través del raciocinio y de su propia experiencia, las consecuencias de sus elecciones. Tales medidas se han demostrado en el aumento de la probabilidad que los niños harán elecciones positivas y aceptarán los valores paternos en la vida adulta.
Hacer de la Iglesia un Lugar
Seguro para los Niños La Iglesia también asume seriamente su responsabilidad de minimizar el riesgo de abuso sexual y de violencia contra los niños en el ambiente congregacional. Primero y por sobre todo, los líderes y miembros de la iglesia deben ellos mismos vivir mediante un código de
ética estricto que evite incluso la apariencia del mal respecto a la exploración de menores, para gratificación de deseos adultos. Otras medidas prácticas en que la iglesia sea un lugar seguro para los niños, incluye atención y seguridad de las instalaciones de la iglesia y de sus alrededores, y de la cuidadosa supervisión y monitoreo de los niños y su ambiente durante todas las actividades relacionadas con la iglesia. Es de vital importancia la orientación en todo lo que constituye interacción propia o impropia entre adultos y niños, las señales de advertencia de abuso y de violencia, y los pasos específicos a ser seguidos en caso de comportamiento impropio, ya sea informado o sospechoso. Los pastores y líderes de la iglesia que son
personas destacada, por lo tanto, accesibles, desempeñan un papel importante en la prevención, tanto como en las respuestas adecuadas a las necesidades de los niños, cuya seguridad puede haber sido perjudicada. Son necesarias actualizaciones regulares de su responsabilidad moral y legal de informar el abuso contra el niño a las debidas autoridades civiles. La designación de personal entrenado y los protocolos específicos de los niveles más amplios de la organización de la Iglesia, ayudarán a asegurar la debida acción y el
acompañamiento en relación a la información del abuso en el ambiente de la iglesia.
Debido a la naturaleza compleja del problema de abuso sexual, la intervención y el tratamiento de los agresores requieren recursos más allá del blanco del ministerio provisto por la iglesia local. Sin embargo, la presencia de un agresor conocido en la congregación, pide los más elevados niveles de vigilancia. Aún cuando los agresores deben ser plenamientes responsabilizados por su comportamiento, la supervisión de personas con un histórico de comportamiento impropio, es necesaria para asegurar que mantengan la debida distancia y sean impdidos de contacto con los niños durante las actividades relacionadas con la iglesia.
Las provisiones de oportunidades alternativas a los agresores para que crezcan espiritualmente en ambientes donde no haya niños, aumentan grandemente la protección al niño.
Promover la cura emocional y espiritual
Los niños que fueron victimados o que testificaron eventos perturbadores, necesitan de la atención de adultos que las traten con sensibilidad y comprensión. El apoyo práctico que ayuda a los niños y a sus familias a mantener la estabilidad en medio del disturbio, capacita a las víctimas y a su familia a promover la cura. El compromiso de la iglesia de romper el silencio, frecuentemente asociado con el abuso sexual y la violencia contra el niño, y la acción deliberada de proteger al niño de todas las formas de abuso y de violencia, contribuirán mucho a favor de la recuperación emocional y espiritual de todos los involucrados. La iglesia considera el cuidado y la protección de los niños como un legado sagrado.
(Esta declaración se pauta por los principios expresados en los siguientes textos bíblicos: Levíticos 18:6; 2 Samuel 13:1-11; 1 Reyes 17:17-23; Salmos 9:9, 12, 16-18; 11:5-7; 22:24; 34:18; 127:3-5; 128:3-4; Proverbios 31:8-9; Isaías 1:16-17; Jeremías 22:3; Mateo 18:1-6; 21:9, 15-16; Marcos 9:37; 10:13-16; Efesios 6:4; Colosenses 3:21; 1 Timoteo 5:8; Hebreos 13:3.)
RESOLUCIÓN SOBRE EL ESPÍRITO DE PROFECIA CONFORME A LO MANIFESTADO EN EL MINISTERIO Y ESCRITOS DE ELLEN G. WHITE (GC143-10)
RECOMENDADO: Aprobar La Resolución sobre el Espíritu de Profecía conforme a lo Manifestado en el Ministerio y Escritos de Ellen G. White, como sigue:
RESOLUCIÓN SOBRE EL ESPÍRITU DE PROFECIA CONFORME A LO MANIFESTADO EN
EL MINISTERIO Y ESCRITOS DE ELLEN G. WHITE
Nosotros, delegados del Congreso de la Asociación General de 2010, realizada en Atlanta, Georgia, reconocemos con gratitud la continua contribución de los escritos y ministerio de Ellen G. White a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Somos testigos de cómo la iglesia fue bendecida y guiada por Dios mediante el consejo inspirado de Su mensajera. Sus consejos exaltan a la Biblia como la Palabra de Dios; enaltecen a Jesús como el Creador y Redentor del mundo; y estimulan a la vida de servicio y de sacrificio. Su ministerio ha auxiliado directamente a la preservación de la unidad de la Iglesia y de su expansión misionera global.
El don de profecía, como otro de los dones espirituales, se destina a suscitar unidad, a equipar al pueblo de Dios para la obra ministerial, a edificar el cuerpo de Cristo, protegerlo de los engaños de la falsa doctrina y a fortalecer el crecimiento espiritual individual y colectivo (Efesios 4:11-15). Reconocemos en Ellen G. White el don de profecía y afirmamos que cuando ese don es valorizado y su instrucción atendida, la Iglesia prospera.
Por consiguiente, expresamos nuestra gratitud a Dios por la gracia de Su don en el ministerio profético de Ellen G. White. Concitamos a los adventistas del séptimo día, de todas partes, a estudiar en oración sus mensajes y a beneficiarse de la inspiración e instrumento que allí se encuentran. Incentivamos a los profesores y administradores de nuestras instituciones educacionales, a los líderes de nuestras instituciones de salud, y de publicaciones, a recapitular sus consejos en sus áreas de actuación. Instamos a los pastores a hacer uso de estos escritos en la preparación de sus sermones y en su planificación con los miembros en relación a la
misión de sus iglesias. Apelamos a la administración de la Iglesia, en todos los niveles, a ejercer su influencia en afirmar la importancia de esos escritos para la Iglesia y a hacer esfuerzos continuos para ponerlos a disposición de los miembros de la iglesia a un costo favorable. Afirmamos nuestro compromiso hacia el versículo bíblico: “creed a sus profetas” (2 Crónicas 20:20), con el fin de poder prosperar en el cumplimiento de nuestra misión en el mundo para apresurar la venida de Jesús.
RESOLUCIÓN SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA (GC142-10)
RECOMENDADO: Aprobar la Resolución sobre la Sagrada Escritura, como sigue:
RESOLUCIÓN SOBRE LA SAGRADA ESCRITURA
Como delegados del Congreso de la Asociación General 2010, realizada en Atlanta ,Georgia, reafirmamos la confianza en la revelación e inspiración divina de la Biblia, en su autoridad para la vida de la Iglesia y de cada creyente, y en su papel fundamental para la fe, doctrina y conducta. La Biblia nos transmite el mensaje de salvación en el contexto de un conflicto cósmico que revela el amor, la misericordia y el carácter justo de Dios. La Biblia presenta a Cristo como la revelación más sublime del amor de Dios, como el Dios encarnado, como Aquél que Se ofreció como sacrificio substitutivo, asumiendo nuestros pecados a fin de reconciliarnos con Dios. Él nos es presentado como nuestro único Mediador ante el Padre en el santuario celestial. La Biblia presenta a Jesús como la única fuente confiable de esperanza para la raza humana; una esperanza afirmada en el ejemplo de Su venida, en la obra de redención de Su ministerio y Su muerte en la cruz; en Su resurrección, y en Su breve vuelta en gloria.
La esperanza y mensaje que se encuentran en la Biblia, transcienden las eras y culturas, y satisfacen las necesidades más profundas del corazón humano. En ella, la Iglesia, el pueblo de Dios al fin de los tiempos, encuentra las buenas nuevas que deben ser proclamadas a todos los pueblos y culturas en el cumplimiento de la misión dada por Dios. El mensaje de la Biblia nos llega a través de la actuación del Espíritu Santo, cuya dirección e iluminación son necesarias para su debida comprensión.
Visto que mediante el poder y la persona del Espíritu Santo, las Biblia nos puede transformar y hacer con que desarrollemos un carácter semejante al de Cristo, nosotros, delegados del Congreso de la Asociación General, concitamos a los creyentes adventistas del séptimo día, y a los otros cristianos en todas partes, a hacer de la Biblia su fuente diaria de estudio personal. Que el estudio de la Biblia sea acompañado de oración y loor; que éste sea un libro abierto en nuestros hogares para escucharlo diariamente, y un libro abierto en nuestro lugar de culto donde buscamos colectivamente la Palabra de Dios. ¡Que el poder de la Biblia
modele la vida personal, los relacionamientos, y que capacite el testimonio que apunte al mundo entero el retorno glorioso de nuestro Salvador y Señor Jesucristo!
Abuso sexual de menores (DSA 96-343)
El abuso sexual de menores ocurre cuando una persona mayor o más fuerte que el menor usa su poder, autoridad, o posición de confianza para envolver a un menor en alguna actividad sexual. Cualquier actividad sexual entre un menor y uno de los padres, un hermano, algún otro miembro de la familia, padrastro, madrastra, o un tutor legal es incesto.En los países donde se hicieron estudios se encontró que una de cada tres niñas y uno de cada once niños sufrieron abuso sexual antes de los 18 años. En más de la mitad de los casos el abuso se repitió a lo largo de cierto tiempo, durante algunos meses en ciertos casos, y durante muchos años, en otros. Se descubrió también que la comunidad cristiana no es inmune a este problema.Los abusadores sexuales son generalmente hombres, de todas las edades, nacionalidades, o posición socio-económica. Frecuentemente son hombres casados que tienen hijos, empleos respetables, y hasta pueden ser asiduos asistentes a la iglesia. Es común que nieguen vehementemente su conducta abusiva, recusándose a ver sus acciones como un problema, y racionalizando su comportamiento, o colocando la culpa sobre alguna otra persona.Muchos le echan la culpa al estrés, a su profunda necesidad de sentir apoyo y afecto, a una relación sexual inadecuada e indiferente con su esposa, a los efectos del alcohol, y/o a un lapso en su estabilidad mental. Sin embargo, la mayoría de las autoridades concuerdan en que el problema real del abuso sexual de menores está más relacionado con el deseo de poder y control que con el sexo. Aunque es verdad que muchos de los abusadores muestran inseguridades enraizadas en una baja auto-estima, estos problemas nunca deben ser aceptados como una excusa para el abuso sexual de un menor. Es un mito que la conducta insinuante o seductora de un menor lleve al agresor a abusar.El abuso sexual de menores tiene un efecto devastador sobre las víctimas porque influye profundamente en la manera como piensan, sienten, y se conducen durante y mucho después de que el abuso cesa. Frecuentemente produce una amplia serie de dificultades emocionales, de la conducta, y en las relaciones que impiden el desarrollo normal del menor. Las víctimas del abuso pueden desenvolver dolencias sicosomáticas, perturbaciones de la personalidad o comportamientos autodestructivos, y/o sentimientos de baja autoestima, temor, aislamiento, ira, culpa, vergüenza, y depresión. A menudo tienen dificultad para formar relaciones estrechas o íntimas, y frecuentemente desarrollan una visión distorsionada sobre Dios y sobre los demás. A largo plazo, el abuso sexual puede llevar a romper con el matrimonio y la familia, a la vagancia, la drogadependencia, la promiscuidad, la prostitución, la enfermedad mental, y el suicidio.La educación preventiva, adecuadamente adaptada a cada nivel de desarrollo, es esencial. Luego que el abuso ocurre, la intervención temprana de profesionales debidamente entrenados es la clave para la recuperación de este trauma. Los efectos a corto y a largo plazo pueden reducirse cuando se busca el consejo profesional para ayudar a las víctimas a manejar sus sentimientos en relación al abuso.Cuando Dios creó la familia humana, comenzó con un matrimonio basado en el amor y la confianza mutua entre un hombre y una mujer. Este tipo de relación es todavía el fundamento básico para una familia estable y feliz, en la cual la dignidad, el valor, y la personalidad de cada uno de sus miembros es protegida y enaltecida. Cada hijo, sea hombre o mujer, debe considerarse como un don de Dios. A los padres se les da el privilegio y la responsabilidad de alimentar, proteger, y cuidar físicamente de los hijos que Dios les confió. Los hijos deben poder honrar, respetar, y confiar en sus padres sin correr el riesgo del abuso.La Biblia condena el abuso sexual en los términos más fuertes y considera como un acto de traición y una violación brutal de la personalidad, cualquier intento de confundir, empañar, o denigrar los límites personales, generacionales, o de sexo a través de un comportamiento sexual abusivo. La Biblia también condena abiertamente el abuso del poder, de la autoridad, y de la posición de responsabilidad porque todo ello impacta en el corazón de los sentimientos más íntimos y profundos de las víctimas acerca de sí mismas, de los demás, y de Dios, y destruye su capacidad de amar y confiar. Jesús usó un lenguaje muy fuerte para condenar la acciones de cualquier persona que, a través de palabras o acciones, llevase un niño a tropezar.Creemos que la Iglesia tiene la obligación moral de envolverse activamente en la prevención del abuso sexual de menores. Estamos también comisionados para asistir, tanto a la víctima del abuso como al abusador y a sus familias, en su proceso de curación y recuperación, y para exigir que los agresores, principalmente si son obreros o líderes laicos, se responsabilicen de mantener un comportamiento digno de personas en posición de líderes y confianza espiritual.Creemos que tenemos como Iglesia la responsabilidad de:
1. Escuchar y creer en aquellos que sufrieron abuso sexual. Los estudios indican que sólo en un porcentaje muy pequeño de casos lo niños fabrican una historia. En la mayoría de los casos, los niños no tienen la experiencia ni el lenguaje para inventar mentiras acerca del comportamiento sexual.
2. nformarnos adecuadamente acerca del abuso sexual y su impacto en nuestra propia congregación.
3. Ayudar a los ministros y laicos a reconocer las señales de advertencia del abuso sexual de menores y saber cómo reaccionar apropiadamente cuando se sospecha de abuso, o cuando un niño informa que está siendo abusado sexualmente.
4. Establecer, con el objeto de remitirles las víctimas directas e indirectas del abuso sexual, relaciones apropiadas con consejeros profesionales cristianos y con las oficinas locales de protección al menor a quienes se puedan enviar los informes correspondientes ya que son ellos quienes pueden, con su entrenamiento profesional, asistir a las víctimas del abuso y a sus familias.
5. Establecer pautas/reglamentos para ayudar a los líderes de la iglesia responsables de hacer que los agresores den cuenta de sus actos y de administrar la disciplina apropiada.
6. Apoyar la educación y la preparación de las familias y de sus miembros:
Modificar aquellas creencias religiosas y culturales populares que puedan ser usadas en algunos países para justificar o encubrir el abuso sexual de menores.Ayudando a cada niño a alcanzar un saludable sentido de su propio valor que lo capacite para respetarse a sí mismo y a los demás.Fomentando el establecimiento de relaciones cristianas entre hombres y mujeres tanto en el hogar como en la iglesia.
7. Desarrollando un ministerio redentor y de apoyo dentro de la comunidad de la iglesia para las víctimas y los agresores del abuso y, al mismo tiempo, animándolas a recurrir a la red disponible de profesionales cristianos y otras oficinas especializadas de la comunidad.
8. Animando la preparación de más profesionales del área de la familia, especializados en el proceso de cura y recuperación de las víctimas y los agresores del abuso.
(Este documento está basado en los principios expresados en los siguientes pasajes bíblicos: Gén. 1:26-28; 2:18-25; Lev. 18:20; 2 Sam. 13:1-22; Mat. 18:6-9; 1 Cor. 5:1-5; Efe. 6:1-4; Col 3:18-21; 1 Tim. 5:5-8).
La Homosexualidad (DSA 95-391)
La iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce que cada ser humano es valioso a la vista de Dios, y por eso buscamos ministrar a todos los hombres y mujeres en el espíritu de Jesús. Creemos también que, por la gracia de Dios y con el ánimo de la comunidad de fe, una persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios.Los Adventistas del Séptimo Día creemos que la intimidad sexual es apropiada únicamente dentro de la relación marital de un hombre y una mujer. Ese fue el designio establecido por Dios en la creación. Las Escrituras declaran: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). Este patrón heterosexual es afirmado a través de todas las Escrituras.La Biblia no da cabida a la actividad o relación homosexual. Los actos sexuales realizados fuera del círculo de un matrimonio heterosexual están prohibidos (Levítico 20:7-21; Romanos 1:24-27; 1 Corintios 6:9-11). Jesucristo reafirmó el propósito de la creación divina, cuando dijo: "¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne." (Mateo 19:4-6). Por estas razones los Adventistas nos oponemos a las prácticas y relaciones homosexuales.Los Adventistas del Séptimo Día nos empeñamos en seguir la instrucción y el ejemplo de Jesús. Él afirmó la dignidad de todos los seres humanos y extendió la mano compasivamente a las personas y familias que sufrían las consecuencias del pecado. Él ofreció un ministerio solícito y palabras de consuelo a las personas que luchaban, aunque diferenciaba su amor por los pecadores de sus claras enseñanzas sobre las prácticas pecadoras.
Control de la Natalidad (DSA 99-171)
Las tecnologías científicas de nuestros días permiten un control de la fertilidad y la reproducción humana, mayor que en el pasado. Esas tecnologías hacen posible que las expectativas de embarazo y nacimiento resultantes de la relación sexual sean grandemente reducidas. Los matrimonios cristianos tienen la posibilidad de controlar la fertilidad, lo que ha creado muchas discusiones con una amplia gama de implicaciones religiosas, médicas, sociales y políticas. Las oportunidades y beneficios existen debido a las nuevas técnicas, pero también hay desafíos y desventajas. En ese sentido, deben considerarse varias cuestiones morales. Los cristianos, que son los que finalmente deben hacer sus propias elecciones sobre estos asuntos, deben ser informados para que puedan tomar decisiones sólidas basadas en principios bíblicos.Entre los asuntos que deben ser considerados está la cuestión de si la intervención humana en el proceso biológico natural, es apropiada o no. Si se considera que una intervención tal es apropiada, entonces se levantan otras cuestiones adicionales en relación con el qué, cuándo y cómo debe ser hecha esa intervención. Hay, además, otros asuntos relacionados, tales como:
La posibilidad del aumento de la inmoralidad sexual, en virtud de la disponibilidad y del uso que los métodos de control de natalidad pueden promover.
El asunto del dominio de uno de los sexos en relación con los privilegios y prerrogativas sexuales, tanto de las mujeres como de los hombres.
Diversos asuntos sociales, incluyendo la discusión sobre si una sociedad tiene derecho a limitar la libertad individual en beneficio e interés de la sociedad en general; y la discusión sobre la carga y el apoyo económico y educacional para los que están en desventajas.
Asuntos relacionados con el aumento de la población mundial y con el uso de los recursos naturales.
Entendemos que una declaración sobre las consideraciones morales en relación con el control de la natalidad debe ser vista dentro del contexto más amplio de las enseñanzas bíblicas acerca de la sexualidad, el matrimonio, la paternidad, y el valor de los hijos; y que debe haber una comprensión de la interrelación entre esos asuntos. Conscientes de que dentro de la iglesia hay una diversidad de opiniones al respecto, se mencionan los siguientes principios bíblicos con el objeto de educar y ayudar en la toma de decisiones.
1. Mayordomía responsable. Dios creó a los seres humanos a su propia imagen, hombre y mujer, con la capacidad de pensar y tomar decisiones (Isaías 1:18; Josué 24:15; Deuteronomio 30:15-20). Dios le dio a los seres humanos el dominio sobre la tierra (Génesis 1: 26, 28). Ese dominio requiere e incluye la supervisión y cuidado de la naturaleza. La mayordomía cristiana requiere también que se asuma la responsabilidad por la procreación humana. La sexualidad, como uno de los aspectos de la naturaleza humana sobre la cual el individuo ejerce mayordomía, debe ser expresada en armonía con la voluntad de Dios (Éxodo 20:14; Génesis 39:9; Levítico 20:10-21; 1Corintios 6:19,20).
2. Propósito de la procreación. La perpetuación de la familia humana es uno de los propósitos de Dios para la sexualidad humana (Génesis 1:28). Aunque, de manera general, se puede inferir que los matrimonios están destinados a producir descendientes, la Escritura nunca presenta la procreación como una obligación de la pareja a fin de agradar a Dios. Sin embargo, la revelación divina le confiere un alto valor al hecho de tener hijos y expresa la alegría encontrada en la paternidad (Mateo 19:14; Salmos 127:3). Tener y educar hijos ayuda a los padres a entender a Dios y a desarrollar compasión, solicitud, humildad y abnegación (Salmos 103:3; Lucas 11:13).
3. Propósito unificador. La sexualidad tiene un propósito unificador dentro del matrimonio, propósito que es ordenado por Dios y se distingue del propósito procreativo (Génesis 2:24). El propósito de la sexualidad en el matrimonio incluye alegría, placer, y deleite (Eclesiastés 9:9; Proverbios 5:18, 19; Cantares 4:16-5:1). El propósito de Dios es que los casados puedan tener comunión sexual, independiente de la procreación (1Corintios 7:3-5), una comunión que establezca lazos fuertes y que proteja a los cónyuges de una relación impropia con otra persona (Proverbios 5:15-20; Cantares 8:8,7). En el designio de Dios, la intimidad sexual no tiene como único propósito la concepción. La Escritura no prohíbe que las parejas casadas disfruten de las delicias de las relaciones conyugales, aunque tomen medidas para prevenir el embarazo.
4. Libertad de elección. En la creación, y de nuevo a través de la redención provista por Cristo, Dios les dio a los seres humanos libertad de elección, y les pide que usen su libertad responsablemente (Gálatas 5:1, 13). En el plan divino, el marido y la mujer constituyen una unidad familiar única, y tienen ambos la libertad y la responsabilidad de participar en la toma de decisiones acerca de su familia (Génesis 2:24). Los cónyuges deben ser considerados el uno con el otro al tomar decisiones acerca del control de la natalidad, estando dispuestos a considerar las necesidades del otro así como las suyas propias (Filipenses 2:4). Para aquellos matrimonios que deciden tener hijos, la elección procreativa tiene límites, ya que hay varios factores que deben orientar su elección, tales como la capacidad para proveer a las necesidades de los hijos (1Timoteo 5:8); la salud física, emocional, y espiritual de la madre (3Juan 2; 1Corintios 6:19; Filipenses 2:4; Efesios 5:25); las circunstancias sociales y políticas en las cuales los hijos nacerán (Mateo 24:19); la calidad de vida y otros recursos globales disponibles. Somos mayordomos de la creación de Dios y, por lo tanto, debemos mirar más allá de nuestra propia felicidad y deseos y considerar las necesidades de los demás (Filipenses 2:4).
5. Métodos apropiados para el control de la natalidad. La decisión moral acerca de la elección y uso de los diferentes métodos para el control de la natalidad debe surgir de la comprensión de sus probables efectos sobre la salud física y emocional, de la forma sobre la cual dichos métodos o agentes actúan, y de los gastos financieros involucrados. Hay varios métodos de control de la natalidad, incluyendo los métodos de barrera, los espermicidas, y la esterilización, que impiden la concepción y son moralmente aceptables. Algunos métodos contraceptivos pueden impedir la liberación del óvulo (ovulación), impidiendo la unión del óvulo y el espermatozoide (fertilización), o pueden impedir la fijación del óvulo ya fertilizado (implantación), pero, debido a la incertidumbre acerca de como funcionarán en un caso dado, pueden ser considerados moralmente sospechoso por quienes creen que la protección de la vida humana comienza en la fertilización. Sin embargo, considerando que la mayoría de los óvulos fertilizados no llegan a implantarse o se pierden después de la implantación, aunque no se hayan usado métodos de control de la natalidad, los métodos hormonales de control y los DIU, que representan un proceso similar, pueden ser vistos como moralmente aceptables. El aborto, es decir, la intencional terminación de un embarazo establecido, no es moralmente aceptable para propósitos del control de la natalidad.
6. Mal uso del control de la natalidad. Aunque la creciente capacidad técnica para manejar los asuntos que tienen que ver con la fertilidad y para protegerse contra las enfermedades sexualmente transmisibles pueden ser útiles a muchas parejas casadas, el control de la natalidad puede ser mal usado. Por ejemplo, aquellos que se envuelven en relaciones sexuales premaritales o extramaritales pueden consentir más rápidamente en tales conductas a causa de la disponibilidad de los métodos de control de la natalidad. Es verdad que el uso de esos métodos para proteger las relaciones sexuales fuera del matrimonio, puede reducir los riesgos de contraer enfermedades sexualmente transmisibles y/o la gravidez. Sin embargo, el sexo fuera del matrimonio es perjudicial e inmoral, independientemente de si esos riesgos han sido o no han sido disminuídos.
7. Un enfoque redentor. La disponibilidad que existe actualmente de los métodos de control de la natalidad hace que la educación sobre la sexualidad y la moralidad sea aun más imperativa. Debe emplearse más esfuerzos en la educación y en los enfoques redentores para que cada individuo sea persuadido por la apelación profunda del Espíritu Santo, que en la condenación.
Confianza en el Espiritu de Profecia (DSA 95-391)
Nosotros, los delegados reunidos en Utrecht para celebrar el 56º Congreso de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, alabamos y agradecemos a Dios por el gracioso don del Espíritu de Profecía. En Apocalipsis 12, Juan el revelador identifica a la iglesia en los últimos días como "el remanente", "el resto",... "los cuales guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo" (versículo 17). Creemos que, en este breve cuadro profético, el Revelador está describiendo a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, la cual, no sólo guarda "los mandamientos de Dios", sino que tiene también "el testimonio de Jesucristo", el cual es "el espíritu de profecía" (Apocalipsis 19:10).En la vida y el ministerio de Elena G. White (1827-1915), vemos cumplida la promesa de Dios de proveer y otorgar a la iglesia remanente "el espíritu de profecía". Aunque Elena G. White nunca reclamó para si el título de "profeta", creemos que hizo la obra de un profeta, y más que un profeta. Ella dijo: "Mi misión abarca la obra de un profeta pero no termina allí" (Mensajes Selectos, t.1, p. 40). "Si otros me llaman así [profetisa], no lo discuto" (ibíd, p. 39); "Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo" (ibíd, p. 40).La misión principal de Elena G. de White fue dirigir la atención hacia las Sagradas Escrituras. Ella escribió: "Poco caso se hace a la Biblia y el Señor ha dado una luz menor para guiar a los hombres y mujeres a la luz mayor" (El colportor evangélico, p. 174). Ella creía que, aunque sus escritos eran una "luz menor", eran luz, y que la fuente de esa luz es Dios.Como adventistas del séptimo día creemos que "En su Palabra Dios comunicó a los hombres el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. constituyen la regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa" (El conflicto de los siglos, p. 9) . Aunque consideramos que el canon bíblico está cerrado, creemos también, como creyeron los contemporáneos de Elena G. White, que sus escritos tienen autoridad divina, tanto en lo que se refiere a la vida cristiana como a la doctrina. Por lo tanto, recomendamos que,
1. Busquemos como iglesia el poder del Espíritu Santo para aplicar más plenamente a nuestras vidas el consejo inspirado contenido en los escritos de Elena G. White, y,
2. Que incrementemos los esfuerzos para publicar y hacer circular estos escritos alrededor del mundo.
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